ASPECTOS ECONÓMICOS Y SOCIALES
Las economías hispanoamericanas no reaccionaron inmediatamente a la emancipación. Las guerras de independencia destruyeron muchas vidas y propiedades, y el terror y la inseguridad provocaron, además, la huida de mano de obra y capital, lo que dificultaba organizar la recuperación y hacía aún más difícil diversificar la economía. Las economías nacionales se encontraban divididas desde un comienzo por rivalidades internas, por disputas entre el centro y las regiones, entre comercio libre y proteccionismo, entre agricultores que buscaban vías de exportación y los que apoyaban a la industria o la minería, entre los partidarios de los productos importados baratos y los defensores de la producción nacional.
La disputa fue ganada por los que promovían la exportación de materias primas y la importación de artículos baratos, y los británicos estaban al acecho para aprovecharse de las ventajas derivadas de esta decisión.
Como ya hemos apuntado, la apertura de Hispanoamérica al comercio internacional se ha considerado tradicionalmente como uno de los grandes logros de la independencia. La entrada de navíos, empresarios y bienes manufacturados extranjeros, junto con la exportación directa de productos de estancia y hacienda a los mercados mundiales fueron considerados como constitutivos de una nueva etapa en la historia de los países independientes. Sin embargo se ha puesto en duda esta apreciación, ya que el hecho de que el mercado y el comercio sudamericano fuesen de pequeñas dimensiones, limitando sobremanera las perspectivas de crecimiento, la facturación de productos lenta, las comunicaciones malas, las tarifas y comisiones
altas, etc., hacían dudar a los comerciantes extranjeros antes de invertir capital en este comercio.
La agricultura tropical vivía un momento menos boyante que en la fase anterior, y se enfrentaba también a la competencia internacional. A pesar de todo, encontró la forma de sobrevivir y crecer, sobre todo al ser un bien altamente propicio para la exportación, aunque no mostró señales significativas de crecimiento hasta bien avanzado el siglo. El cacao continuó siendo uno de los productos de exportación característicos de la Sudamérica tropical, aunque todavía de-pendiente del mercado español y, por tanto, con pocas posibilidades de experimentar un crecimiento espectacular. El Ecuador y Venezuela siguieron compitiendo en busca de consumidores, aunque en el caso de Venezuela el cacao sufrió un declive relativo entre los artículos exportados.
Los dos grandes factores de cambio social a finales del s. XIX, el incremento de la producción orientada hacia la exportación y el crecimiento demográfico, no operaban todavía durante las primeras décadas que siguieron a la Independencia. La expansión del sector exportador fue relativamente modesta en este período, y las tendencias demográficas no eran aún lo suficientemente fuertes como para afectar a la estructura social.
La mayor parte de Hispanoamérica experimentó una tendencia demográfica alcista tras la Independencia, si bien existían diferencias regionales no siempre fáciles de explicar. Las ciudades importantes, e incluso los puertos, tuvieron un crecimiento demográfico relativamente lento, quizás un nuevo signo de las consecuencias limitadas de la nueva relación entre Hispanoamérica y la economía mundial, aunque fue el sector urbano el que atrajo a los inmigrantes europeos más cultos y especializados, que se distinguían más por su talento que por su número.
ASPECTOS POLÍTICOS
La militarización del poder sobrevivió a las guerras de independencia. En la mayoría de los países el ejército sobrevivió con sus numerosos oficiales, sus tropas -muchas veces sin pagar- , y su fuero militar. Los políticos civiles tuvieron serios problemas para controlar a los militares o para sustituirlos por una milicia. Los militares se quejaban fuertemente de los políticos civiles y afirmaban que el ejército no estaba recibiendo las recompensas que se habían ganado durante la guerra.
El objetivo básico de los políticos consistía en hacerse con el control del Estado y de la distribución de sus recursos. Los medios para alcanzar el poder eran las agrupaciones, o facciones, o partidos políticos. No se trataba de Partidos en el sentido actual, esto es: organizaciones que expresan programas específicos que pueden suscitar la adhesión de gran número de personas y enfocados a ganar unas elecciones. Sólo una minoría estaba involucrada activamente en la política, y la movilización no llegaba a toda la nación, ni penetraba en todos los niveles de la sociedad.
Generalizando, dos son las tendencias que encontramos en estos momentos, la conservadora por un lado y la liberal por el otro. Las diferencias ideológicas se han solido interpretar en términos de intereses de clase o de grupo. Estas alineaciones daban lugar a coaliciones de conservadores contra liberales. Sin embargo, dados los intereses de cada grupo económico y la superposición y multiplicidad que de estos intereses se solía producir, aparte de los alineamientos por motivo de conciencia sin contar con la clase o el status, que también los había, era normal encontrar, por ejemplo, comerciantes, terratenientes o profesionales liberales en casi cualquier grupo político.
El objetivo básico de los liberales consistía en la reforma de las instituciones sociales, económicas y políticas, con el fin de establecer la libertad individual, protegerla con la igualdad legal y garantizarla con la supremacía del estado laico. La libertad individual implicaba también libertad de pensamiento, lo cual constituía normalmente un objetivo esencial del liberalismo en todos los países. En torno a 1830, el primer liberalismo dio paso a gobiernos conservadores, que detuvieron la reforma, pero que, al mismo tiempo, posibilitaron la existencia de condiciones relativamente estables, en un período de prosperidad moderada. En los años anteriores a 1850 comenzó una tercera fase, en la que las luchas políticas hicieron más nítida las divisiones y el conservadurismo se vio desafiado por un resurgimiento liberal.
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