viernes, 8 de septiembre de 2017

VELASQUISMO


VELASQUISMO

El 15 de febrero de 1972, Velasco Ibarra, conminado por los militares, abandonó Carondelet y salió hacia Buenos Aires, a su último destierro. Este acto marcó el final político de ―el personaje del Ecuador del siglo XX de más curiosa y polémica trascendencia‖, como lo calificó Alfredo Pareja.    Velasco era doctor en Derecho, con una especialización por la Sorbona de París. Su ascenso al poder fue meteórico. En 1932 fue elegido legislador, al año siguiente ejerció como presidente de la Cámara de Diputados. Desde esta posición se hizo notar por su vehemente oratoria dirigida contra el presidente Juan de Dios Martínez Mera.  Con su caída se convocaron a elecciones para elegir Presidente. Velasco se postuló y ganó ampliamente. Comenzaba así una carrera política que lo llevaría por 5 veces a la primera magistratura del país.    Muchos pensadores han tratado de revelar la figura de Velasco Ibarra. Agustín Cueva decía que ―ha desempeñado el papel de profeta, sacerdote y padre de nuestros subproletarios, y -además- el de su abogado. Ha sido la figura simbólica tutelar que les ha permitido tener la ilusión de incorporarse a la sociedad que los marginaba‖.    Por su parte, el historiador Juan Paz y Miño manifiesta que no se puede hablar  del velasquismo como un solo proyecto político alrededor de la figura de Velasco Ibarra. Cada uno de los cinco períodos de Velasco -explica- fueron diferentes y representaron distintas condiciones históricas aprovechadas, cada vez, por diferentes sectores de los mismos grupos que dominaban el país.    Y coincide con Cueva cuando expresa que Velasco Ibarra inauguró un estilo inédito de hacer política: un discurso vibrante, que reivindicó al pueblo y que confrontaba a las oligarquías, unido a un contacto directo con las masas en grandes concentraciones realizadas en parques o plazas, mientras cada uno de los convocados, en su calidad de electores, se asumía como parte de la democracia y de la soberanía.  


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